Los padres y los abuelos fascistas que abusaban de mi padre y de mis tíos y les humillaban al ir a pedir pan después de la guerra civil y les negaban el trabajo porque mi abuelo era republicano y activista de la CNT tuvieron hijos y nietos. Toda mi vida he visto cómo han disfrutado de los privilegios que les ha otorgado ser hijos de estos miserables: colegios privados, la mejor sanidad, las mejores casas, los mejores coches, servicio en casa, disfrutar de lo robado…el privilegio que otorga ser el vencedor. Todos estos descendientes de miserables luego han sido médicos, notarios, registradores, etc. La mayoría, curiosamente, de “izquierdas”. Muchos, los conozco, ahora sacan pecho y dicen que hay que sacar a Franco de su tumba. Me parece bien. Sin embargo, para sacar realmente a Franco de su tumba habría que rebovinar, viajar en el tiempo y eliminar el privilegio del que han disfrutado durante décadas, restaurar las oportunidades que decenas, centenares de miles hijos y nietos de la derrota no tuvimos, pedir perdón a mi abuela por desahuciarla con 7 hijos porque su marido era un “rojo cobarde” que huyó a Argelia para no terminar muerto en una cuneta…. Sacar al muerto de la cuneta puede aliviar a las familias pero no cambiará la “memoria”. El dolor y el sufrimiento no se borra con un excavadora y un real decreto. La memoria no puede restaurarse si la vergüenza y la miseria humana de aquellos miserables que procuraron los privilegios para sus hijos y nietos siguen vivas en la demagogia y en el privilegio de los que se han servido de la miseria de otros para auparse al poder. Exhumarán a Franco pero la vergüenza y la miseria humana de los que lo usan para perpetuar su privelegio permanecerán intactas en el mausoleo de la memoria intangible. Ya lo dijo Jacques Burzum, la memoria es el órgano más fácilmente impresionable.