Está llegando el momento de decirlo sin ambages ni medias tintas, sin paños calientes ni mentiras piadosas: quien renuncia a la lectura -la que se produce ante un texto compuesto con exigencia y contenido, en un ejercicio de análisis, reflexión e introspección– para suplirla con el sucedáneo nimio del mariposeo por las ventanitas digitales y audiovisuales deja de utilizar una parte de su cerebro. Y no una parte cualquiera. De ella brota el pensamiento crítico, la captación de matices, la comprensión de realidades complejas y de los problemas que suponen un desafío verdadero; aquellos que van más allá de la dificultad mecánica y necesitamos resolver. Nos lo recuerda un lector: ya estamos más allá de la evidencia intuitiva, la neurociencia empieza a certificarlo y a dar la voz de alarma. Hay que leer. Nos jugamos mucho.
Lorenzo Silva
XLSemanal, 30 de octubre de 2018